PUNTOS FUERTES: Stephen Curry. Defensa de élite, secundarios de lujo y técnico determinante.
PUNTOS DÉBILES: Tamaño interior. Indefinición en el base suplente.
Los Warriors demostraron que su dinastía no ha terminado. Que aún tienen mucho que decir. Que, en cierto modo, los dos años sin pisar la fase final fueron algo anecdótico, motivado por unas circunstancias especiales. El cuarto título en ocho años eleva al conjunto de la Bahía a un escalón que intimida solo recordar, porque solo Celtics (en los sesenta), Lakers (en los ochenta), Bulls (en los noventa) y ahora ellos han logrado un hito así en toda la historia NBA.
El regreso de Klay Thompson, para la segunda parte de la campaña, alimentó aún más a un bloque de excepcional implicación defensiva, que vio progresar y brillar a Andrew Wiggins y Jordan Poole, que tuvo en sus secundarios un soporte constante y que, como siempre, comenzó y terminó bajo el faro de Draymond Green y Stephen Curry, alma y desequilibrio de uno de los equipos más influyentes de todos los tiempos.