Escrito por Luis Vallejo
La NBA y WNBA siempre han estado más que conectadas, aunque nunca tuvieron tantos puntos en común como en la actualidad. El puente que une ambas ligas es transitado cada vez con mayor asiduidad, dotando así de naturalidad a la presencia de cualquier persona en una u otra liga. Con motivo del “National Girls & Women in Sports Day”, repasamos 10 perfiles que han escrito su propia historia en ambas competiciones entre 1997 y 2022. Relatos que han ayudado a ver con normalidad la convivencia de las dos mejores competiciones del planeta.
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1. David Stern: el origen de todo
Antoni Gaudí, Norman Foster, Frank Gehry… y David Stern. Este neoyorquino nacido en 1942 es considerado uno de los mayores arquitectos del Siglo XX. Empresario y abogado, Stern revolucionó el mundo del baloncesto desde su cargo de comisionado de la NBA, trazando la silueta que hoy en día conocemos del panorama deportivo internacional. Gracias a su gestión, no solo la NBA es como la conocemos, sino que el baloncesto FIBA entró en una nueva dimensión con los jugadores NBA y las mujeres encontraron una competición estable en la que poder cumplir sus sueños.
Acompañado por Lisa Leslie, Sheryl Swoopes y Rebecca Lobo, estrellas de la selección campeona en los JJOO de Atlanta y proclamadas años más tarde como leyendas de la competición que iban a presentar, Stern anunció al mundo la noticia: la WNBA era una realidad. Aprobada oficialmente el 24 de abril de 1996, la liga levantaría sus persianas de cara al año siguiente, 1997, contando con ocho franquicias: Charlotte Sting, Cleveland Rockers, Houston Comets, New York Liberty, Phoenix Mercury, Sacramento Monarchs, Utah Starzz y Los Angeles Sparks.
Aquel mapa, sin Stern, se habría quedado en una mera utopía. «Sus convicciones profundamente arraigadas dieron origen a la WNBA y allanaron el camino para una nueva era en los deportes. Se casó con el baloncesto femenino, con un plan de negocios sólido y un toque comercial», relató Val Ackerman, primera presidente de la WNBA en 1997.
Veintiséis años más tarde de aquella histórica rueda de prensa, la competición ya se prepara para una nueva temporada. Ahora, con 12 franquicias, una nueva generación de estrellas liderada por Breanna Stewart y un cada vez más sólido puente que une su gran obra, la WNBA, con la competición que durante tres décadas dirigió.
2. Kelly Krauskopf: una arquitecta de éxito en Indiana
La WNBA del Siglo XXI no se entendería sin Kelly Krauskopf, toda una institución en Indiana. Reconocida durante su presencia en las Fever y añorada en la actualidad, nada ha sido lo mismo en la franquicia tras su despedida. La texana formó parte de la construcción de la organización como general manager primero y presidenta después, situó a la entidad entre las mejores de cada temporada de manera regular (13 de los 17 años terminaron en playoffs) y las llevó a la gloria con un anillo (2012).
Después de 17 años en una posición privilegiada en los despachos, erigiéndose como una de las piezas más reputadas en la WNBA, Krauskopf quiso dar un paso más en su trayectoria en 2018. Un cambio de aires para ponerse de nuevo fuera de su zona de confort. Así que, sin alejarse demasiado de casa, aceptó una oferta y se convirtió en la primera mujer con un cargo de asociada al GM de toda la NBA. En los Indiana Pacers, sí, no podía ser de otra manera. Aunque ese cambio era simplemente un paso más en su relación con la franquicia NBA. Una que había comenzado a principios de siglo, con una decisión que abriría de verdad su etapa en Indiana.
Corría 2001 y el Draft de la WNBA estaba al caer. Donnie Walsh, presidente de los Pacers, aguardaba en el despacho una visita de Krauskopf. Debían decidir a quién querían en una camada que auguraba gran futuro desde esa misma campaña. Lauren Jackson, Jackie Stiles, Kelly Miller, Deanna Nolan, Penny Taylor… Pero Kelly había puesto la mirada en otra jugadora. Una que llegaba con el cruzado roto y que no podría competir hasta 2002, corriendo así un riesgo alto: Tamika Catchings. "¿Crees que es la mejor jugadora?”, le preguntó Walsh antes de aprobar el movimiento. Kelly no dudó. Dejó pasar a toda una estrella como Styles (que posteriormente tuvo que dejar el baloncesto por las lesiones) y eligió a Catchings. El resto es historia: la mejor elección con un pick 3 en el Draft de la WNBA desde la creación de la liga.
3. Bill Laimbeer: de Bad Boy a mentor
Formado en la Universidad de Notre Dame, el inicio de la historia del gigante de Massachusetts no fue un camino de rosas. Las malas notas casi acabaron con su trayectoria antes de que esta empezara, pero Laimbeer recondujo su camino a tiempo y acabó elegido por los Cavaliers en el Draft de 1979. El pívot era uno de esos perfiles que se quedaban en el limbo: lo suficientemente bueno para salir seleccionado, aunque no lo bastante para jugar en la NBA. Esta razón le llevó a competir en Italia, país en el que se salió y se ganó un puesto en la rotación en Ohio. El primer paso para lo que, a posteriori, sería el gran movimiento de su carrera: el traspaso a Detroit en 1982. Allí, Laimbeer ganó dos campeonatos con los que cerró los años 80 y pasó a la historia como parte vital de los bad boys. Un equipo que no se entendía sin él.
La trayectoria del duro y rocoso interior se alargó hasta 1994, apenas dos años antes de que se fundara la WNBA. A pesar de la aparente nula relación entre ambos acontecimientos, el futuro del jugador y de la competición estaban destinados a encontrarse. Tras presentarse al mundo como el villano perfecto, la WNBA mostró a partir de 2002 una cara poco conocida del gigante de Boston. Ya no iniciaba frenéticas batallas en la zona, sino que poco a poco construiría una brillante trayectoria en los banquillos de la joven competición femenina. Todo de una manera inteligente, sosegada para ser él y admirable, es decir, lo nunca visto hasta entonces en Bill, convirtiendo su evolución en una de las más notorias en los últimos tiempos.
Las Detroit Shock, inmersas en una horripilante temporada, decidieron dar un giro en el proyecto y confiárselo todo al hijo pródigo de la ciudad. Habían empezado con 0 victorias y 10 derrotas la campaña. Eran el peor equipo de la liga y Laimbeer sumó otras 3 derrotas seguidas tras su llegada. Asfixiante 0-13. Sin embargo, el inexperto técnico tocó la tecla adecuada. Justo a tiempo, una vez más. El equipo comenzó a ganar y firmó 9 victorias y 10 derrotas en los últimos 19 partidos. Un año más tarde, Laimbeer se ponía en la mano el tercer anillo de su vida profesional, firmando así una de las historias más increíbles en la vida de la competición.
10 cosas que tienes que saber sobre la WNBA
Aquel título reforzó la relación de Laimbeer y la WNBA. En sus siete años en Detroit, cosechó tres campeonatos en total y comenzó a crear su verdadero legado. No el que refleja su palmarés, sino el que se ha ido haciendo visible en la mayoría de banquillos de la competición. Además de un exitoso técnico, Laimbeer comprendió desde el primer instante que solo no podía ganar. Lo mismo que había experimentado en la NBA. Para tener éxito debía realizar un proceso de dos pasos: rodearse de las mejores y confiar en ellas. Así fue como se llevó a Cheryl Reeve de asistente y, más tarde, cambiarían sus cargos en Minnesota. También apostó por Katie Smith, primera entrenadora de las Liberty al dejar el cargo Bill y entrenadora asociada de Reeve en 2022 en las Lynx. O Vickie Johnson, guía de las Dallas Wings. E incluso Tanisha Wright, encargada de la actual reconstrucción de Atlanta Dream. Nombres que conforman su verdadero legado y valor como técnico, viendo líderes en mujeres que venían empujando con fuerza desde abajo.
4. Candace Parker: la mujer de los imposibles
Si nos adentramos en el mundo de las leyendas, la WNBA ha ido construyendo su propio relato a lo largo de sus 25 años de historia. Comenzó con Sheryl Swoopes, Tina Thompson, Cynthia Cooper, Lisa Leslie o Rebecca Lobo, tomaron el testigo Tamika Catchings, Swin Cash, Lauren Jackson o Sue Bird, todavía hoy en activo, y poco más tarde llegaron estrellas que cambiaron todo. Hablamos de Diana Taurasi, por ejemplo, considerada hoy en día la mejor de todos los tiempos por las votaciones populares. O, por supuesto, Candace Parker, la mejor rookie de la historia de la competición.
Criada en las cercanías de Chicago junto a su hermano Anthony (ex jugador NBA) y Marcus (médico), Parker aterrizó en la competición como si de una experimentada estrella se tratara. El término ‘rookie’ no significó nada para ella. Ni por galones en su equipo ni por su nivel en la pista se podía intuir que aquella joven estuviera viviendo su primera temporada. En su debut, firmó 34 puntos, 12 rebotes y 8 asistencias ante Phoenix. Al término de la temporada, sus registros señalaban de media 18.5 puntos, 9.5 rebotes, 3.4 asistencias, 2.3 tapones y 1.3 recuperaciones. La masa social que arrastraba era inmensa. Su juego enganchaba. Se colgó del aro por primera vez el 22 de junio de aquel 2008. Solo Lisa Leslie lo había conseguido antes. Dos días más tarde, hundió el balón por partida doble contra Seattle. Literalmente, lo nunca visto en la WNBA. El desenlace era evidente: MVP. La única en la historia en ganarlo en su año rookie junto a Wilt Chamberlain y Wes Unseld.
Catorce años después, Candace cuenta ya con dos anillos en su haber. Uno en Los Ángeles, lugar en el que ayudo a construir la franquicia a su alrededor. El otro, en su regreso al lugar donde se formó, Chicago. También cuenta con una hija, Lailaa, a la que tuvo en 2009 con el ex NBA Shelden Williams, y se convirtió en el gran motor de su trayectoria. Lo ganó todo en Europa y con la Selección Estadounidense. Y, cuando parecía que ya no quedaba nada más por alcanzar, no solo se adentró en el mundo de la televisión, sino que se convirtió en una de las mejores comunicadoras alrededor de la NBA. Compañera de peleas de Shaq en TV, Candace analiza con precisión, astucia y un excelso toque de humor en ocasiones los sistemas, jugadores y entrenadores de la competición masculina durante la postemporada. Desde luego, fabulosa manera de allanar un camino que parece estar señalado como su próximo capítulo el día que cuelgue las botas.
5. Violet Palmer: cuando los abucheos sonaron como si de música se tratara
“Piii”, sonó en el General Motors Place, seguido de un rotundo “pasos, balón para Dallas”. La grada canadiense comenzó a abuchear la decisión contraria a los Vancouver Grizzlies y Rod Thorn, Vicepresidente de Operaciones de la NBA, sonreía desde su asiento. Nunca unos pitidos habían sonado mejor en su cabeza. Violet Palmer, la primera mujer en arbitrar en una de las grandes competiciones profesionales masculinas en Estados Unidos, ya era una más.
Aquella situación, en octubre de 1997 y tras arbitrar en la primera edición de la WNBA, suponía el debut de Palmer en la NBA. A sus 33 años, junto a Dee Kantner (37), había hecho historia. Sin haber sido nunca uno de sus objetivos, ambas árbitras se hicieron un hueco en la plantilla de 58 colegiados de la que disponía la competición. Palmer, la primera en debutar, se lo tomó con naturalidad. Llegó, arbitró y se marchó. Como cualquier otro de sus compañeros. La NBA, de la misma manera, intentó que pasara lo más desapercibida posible en sus inicios (de ahí a situar su debut en Canadá, entre dos equipos que no sumaron más de 20 victorias). La entrada de Palmer y Kantner debía ser lo más normal posible.
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Sin embargo, no todo fue sencillo. Su presencia generó apoyo y rechazo por partes iguales en su debut. Shawn Bradley y Antonio Daniels fueron dos de los más correctos ante los micrófonos: “No creo que haya nada de malo. No hay nada drásticamente diferente”, declaró el segundo, tomando un discurso muy diferente al de Dennis Scott. Las palabras de Daniels se encontraban muy cercanas a la idea que Palmer, Kantner y la NBA intentaban trasladar y que, finalmente, acabó cuajando. Naturalidad ante todo.
Palmer arbitró un total de 919 partidos en 19 años en la NBA, con dos citas señaladas en su historial más allá de su estreno en la capital canadiense. Su debut en los playoffs (abril, 2006) y el choque entre Knicks y Denver en el Madison, a finales del mismo año, que terminó con 10 jugadores expulsados.
"Esta es una noche que todos recordaremos en 25 años y diremos: 'Eso abrió la puerta’”, afirmó Thorn aquella tarde otoñal de 1997. Pues bien, Rod, tenías razón.
6. Derek Fisher: en busca de su sexto anillo
Hablar de Derek Fisher es hacerlo de un jugador relevante en las dos últimas décadas y de una de las figuras más importantes de la historia de los Playoffs de la NBA. Hasta 2020, nadie había disputado más partidos en postemporada que él, ganando más de 150 encuentros y un total de 40 series. Números irrepetibles de un jugador menos vistoso que las grandes estrellas pero determinante cuando su equipo le necesitaba. Todos seguimos teniendo San Antonio y el 2004 en la cabeza.
Una década después, con cinco anillos en sus vitrinas, Fisher decidió terminar su trayectoria profesional y dar el salto a los banquillos. Lo hizo en los Knicks, durando dos temporadas en el cargo con un balance de 40 triunfos y 96 derrotas. Nada similar a su siguiente experiencia en el pabellón en el que tanto disfrutó: el Staples Center. El base de Arkansas firmó con Los Angeles Sparks en 2018 y se estrenó en la WNBA en 2019. Con Nneka Ogwumike, Chelsea Gray y Candace Parker como triángulo principal, las californianas alcanzaron las semifinales de los playoffs. Territorio Fisher. Aunque, en esta ocasión, Connecticut no le dio ninguna posibilidad. 0-3. Fueron superiores de inicio a fin.
Ahora, después de ciertos altibajos en su estancia en Los Angeles, comenzará su cuarta temporada al frente del equipo. Lo hará después de acudir a una Agencia Libre que pinta apasionante y habiendo construido una buena relación con el vértice de aquel equipo que todavía resiste, Nneka Ogwumike. “Creo que ha hecho un gran trabajo. Mi hermana Chiney y yo bromeamos con que es el hombre con más paciencia de la historia”, confesó la estrella de las Sparks. ¿Será 2022 su año?
7. Swin Cash: los intangibles fuera de la cancha
“Su legendaria experiencia como jugadora, siendo campeona a todos los niveles, dentro y fuera de la cancha, representa todo lo que queremos que sea esta organización”. Estas palabras de David Griffin, directivo en los Pelicans, suponían el inicio de un momento histórico en la NBA. La legendaria Swin Cash se convertía en la primera mujer negra en llegar a un puesto ejecutivo en una franquicia NBA.
Tres veces campeona de la WNBA, cuatro veces All-Star (dos veces MVP), dos oros olímpicos en su haber, presente entre las 20 mejores jugadoras en la historia de la liga y campeona del Mundial 2010. Sus vitrinas, de un simple vistazo, lucen repletas y brillantes. Swin Cash, cuyo pegadizo nombre fue ya de por sí un punto a favor para los aficionados de la WNBA, siempre se ganó al público con su mera presencia. Incluso las situaciones más vergonzosas, tensas, tristes o humillantes se convertían con ella en gratos recuerdos. Desde la canasta que se anotó en su propio aro en la universidad, que terminó en carcajadas de aficionados, entrenadores, rivales e incluso ella misma, hasta el día de su adiós de las pistas.
Esa personalidad eléctrica y pegadiza fue también lo que ficharon los Pelicans. Cash es sinónimo de cultura y de buen rollo, lo que sumado a su valiosa experiencia profesional la convierten en un activo de alto valor. En un equipo con una masa de jugadores jóvenes tan importante, una mentora a la que pudieran seguir dentro y fuera de la pista, sin que la brecha de edad estuviera muy marcada, parecía la apuesta perfecta. Y lo cierto es que no tardó en convertirse en aquello que la franquicia quería. “Tenemos una gran relación. Estamos bromeando todo el día y siempre trae una energía positiva. Ser mujer, alcanzar esa posición y ser tan respetada en la franquicia y en la liga… respeto muchísimo a Swin”, comentó a la prensa Zion Williamson, referencia de la franquicia de cara al futuro.
Su actual papel no consiste tanto en hacer ganar al equipo o en ayudar a ser mejores a los jugadores dentro de la cancha, sino en construir bases sólidas alrededor de estos para que esa progresión se pueda dar de manera natural. Cash aconseja y desanconseja, intenta crear el ambiente ideal dentro de la franquicia y utiliza su voz fuera de ella para luchar por una serie de valores que lleva en su interior. Ayuda a conseguir un techo bajo el que vivir a familias con bajos ingresos y utiliza el deporte para mantener fuertes, sanos y bien cuidados a niños en riesgo de exclusión social. Una serie de acciones y labores, escondidas detrás de su perenne buen rollo, que ayuda a que todo fluya mejor en el día a día. Los intangibles fuera de la cancha.
8. Kristi Toliver: una vida fuera de lo común
El calendario de las jugadoras de baloncesto es bastante diferente al de los jugadores. Si la NBA dura siete meses (contando pretemporada) para aquellos que no alcanzan los playoffs, el caso de las jugadoras WNBA es todo lo contrario. Siete es el número mínimo de meses que pasan sin partidos en Estados Unidos. Razón que ha llevado a las profesionales a compatibilizar sus campañas con otras ligas a nivel internacional o, en casos excepcionales, otros trabajos.
El de Kristi Toliver siempre ha estado fuera de lo común. La experimentada jugadora, campeona por partida doble de la WNBA, ha formado parte de las Chicago Sky, Los Angeles Sparks, Washington Mystics y, de nuevo, el equipo californiano. Consagrada como gran anotadora y excepcional tiradora, su paso por Europa estuvo a la altura de su extenso palmarés en Norteamérica, adentrándose en ambos lados del charco en un grado superior del juego. El gusanillo de entrenar y enseñar se coló en sus adentros.
En 2018 saltó la noticia. Siguiendo la estela de Nancy Lieberman, Becky Hammon y otras 12 mujeres, Toliver decidió iniciar su trayectoria en los banquillos NBA. Los Wizards, misma franquicia que las Mystics a las que ella pertenecía, le ofrecieron un puesto en el staff. ¿Lo mejor? Toliver aceptó, pero no se planteó dejar de jugar. Para ella, WNBA y NBA eran compatibles, tan solo tenía que dejar su cuerpo descansar un poco más de lo habitual durante los meses que correspondían a Europa en su rutina anual. Dicho y hecho.
Toliver pasó dos temporadas con los Wizards entre 2018 y 2020, pero su vida de jugadora en activo le llevaría a la otra punta del país. Desde Washington hasta Los Angeles, un regreso a casa deseado pero destinado a variar el rumbo de su emergente carrera como entrenadora. El problema tuvo rápida solución. Toliver recibió interés de varias franquicias NBA y G League para continuar su carrera en activo. Ella, que jugaba con el número 5 y una banda en el brazo debido a Jason Kidd, no dudó en coger el teléfono cuando vio su nombre. Su ídolo quería incorporarla a su staff en los Mavericks. Otro sueño cumplido de Toliver que, a sus 35 años, volverá con las Sparks en 2022 para seguir agrandando su figura. Sí, esa misma que tanto valor está cobrando en la NBA debido a la perspectiva única que es capaz de aportar.
9. Allison Feaster y los Boston Celtics: amor a primera vista
Nacida en Chester, Carolina del Sur, pero con un español perfecto. Allison Feaster es uno de esos casos en los que el baloncesto se trató de un medio, y no de un fin, para conectar con personas y ampliar los conocimientos de una mente que siempre tuvo curiosidad, aunque no grandes aspiraciones. Con apenas 17 años, aquella joven querida por tres cuartas partes del país decidió ir a uno de los puntos más lejanos de la nación. Algunos dirán que fue una decisión deportiva, pero elegir Harvard como lugar para formarse sonaba lógico en su caso, teniendo en cuenta su continuo atrevimiento y su pasión por la educación.
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Feaster nunca dijo que no a algo por temor. Siendo negra y del sur, se fue a un equipo de una amplísima mayoría blanca en la otra punta del país. Más tarde, se recorrió todo el sur de Europa mientras construía su carrera WNBA. Una que jamás trazó en los márgenes de su imaginación, puesto que incluso una vez asentada en la liga, seguía sin creerse del todo haber llegado hasta ahí. Esto no cambió al colgar las botas, cuando accedió a los Celtics por, entre otras causas, una sencilla razón: tuvo el valor suficiente para acercarse a Dani Ainge, presentarse, y charlar con él sin ningún tipo de duda previa. Feaster es una de esas personas para las que crear conversación es igual de sencillo con un niño, un familiar o un alto cargo de una de las franquicias más importantes del mundo. Al final, todo se reduce a que las tres son personas.
La estadounidense disputó 10 temporadas WNBA entre Los Angeles Sparks, Charlotte Sting e Indiana Fever, fue una de las dos mujeres que accedieron al “Basketball Operations Associate Program” de la NBA, pasando posteriormente a trabajar como manager con personal y entrenadores de la G League. En 2019, los Boston Celtics tocaron a su puerta. Tras su primera conversación, Rich Gotham, presidente de la franquicia, lo tenía muy claro: “Todo lo que podía pensar era en cómo podía encontrar una forma de contratar a aquella persona” (The Athletic).
Los Celtics nombraron a Feaster “Directora de desarrollo de jugadores”, puesto desde el que servía de apoyo a la plantilla y acompañaba a los jugadores en la aventura de ser profesionales. Trataba temas y problemas de todo tipo, aportando reflexiones y consejos basados en su experiencia y estudios. La plantilla conectó con ella al instante. La intuición de Gotham no había fallado. Menos de un año después, Feaster se ganó su primer ascenso: “Vice presidenta de desarrollo de jugadores y crecimiento de la franquicia”. Cargo en el que combina en la actualidad la parte deportiva y empresarial de los Celtics, haciendo incursiones también en el terreno social y en la imagen de la organización.
La cuenta atrás para el siguiente salto ya ha comenzado.
10. Becky Hammon: el puente de Stern sigue en pie
“Becky”, retrato de una entrenadora de baloncesto y un noble ideal
La última en cruzar el puente que une NBA con WNBA, creado en 1996. Becky Hammon vuelve en 2022 a Las Vegas Aces, aterrizando en la franquicia que luce con orgullo su camiseta en lo alto del Mandalay Bay Events Center. Ni el cambio de ubicación de la organización impidió a la franquicia olvidar su pasado.
La joven natural de Dakota del Sur vio en las Liberty su primera oportunidad en 1999. Un contrato para el training camp daba comienzo a una historia que, más de dos décadas después, parece que todavía no ha llegado a su ecuador. La pequeña base vistió los colores de la franquicia neoyorquina primero y de las San Antonio Stars después (hoy en día en Las Vegas), haciéndose un hueco entre las 25 mejores de la historia. La única de todas ellas que fue descartada en el Draft. En Texas puso punto final a su trayectoria como jugadora y dio el salto al staff de Gregg Popovich, que recibió encantado a aquella mujer que conocía lo suficiente. Tenía sentido del humor, no se callaba lo que pensaba y mostraba de vez en cuando ese punto de genia que no todas poseen.
Durante más de siete años, aquella historia que comenzó a gestarse en una conversación en un avión ha ido evolucionando. De la jugadora recién retirada a la reputada entrenadora asistente que, a partir de 2022, se convertirá en la técnico mejor pagada de la historia de la WNBA. Todo un hito para Hammon, que a pesar de su gran momento actual, pasó por situaciones muy diversas en su trayectoria: su no elección en el Draft, duras lesiones, nacionalización rusa para jugar torneos internacionales, etc.
«Soy alguien a quien pasaron por alto muchas veces en mi trayectoria porque no me veían bien. No era lo suficientemente alta, no era lo suficientemente rápida… Lo que realmente me gustaría es llegar al punto en el que se contratara a las personas en función de lo que aportan», afirmó en su presentación con las Aces. Ahora, con un equipo a su disposición y el cargo de General Manager también bajo su responsabilidad, ha llegado su momento para demostrar lo que vale. No a sí misma, ya que si algo no le faltó nunca en su carrera fue fe en sus posibilidades, sino a todos aquellos que todavía no han podido observar su trabajo. A los mandos de uno de los candidatos al anillo temporada tras temporada, focos y atención no le van a faltar. Justo lo que se merece.