El ser humano tiene una debilidad. La memoria siempre tiende a aferrarse a aquellos recuerdos en los que vivimos nuestros mejores momentos. Replicamos patrones intentado acercarnos a aquella realidad pasada en la que fuimos felices. Queremos repetir la historia y que la adrenalina y la serotonina pasen por nuestras venas sin darnos cuenta.
Los fans de los Dallas Mavericks vibraban en cada segundo, jugada o gesto que envolvía a su equipo por el año 2011, sobre todo cuando un ala-pívot alemán levantaba la pata. Aquel equipo liderado por Dirk Nowitzki, que ya había sido nombrado MVP de la competición en el 2007, soñaba con algún día alcanzar la gloria en el desértico Lejano Oeste.
Dallas llegaría a las NBA Finals en la temporada 2010-2011 con un anillo que muchos ya daban por vendido a principios de temporada. Los Miami Heat venían de incorporar en la agencia libre a un LeBron que ya había sido nombrado MVP en dos ocasiones y a un Chris Bosh asentado en el All-Star tras su paso por unos Toronto Raptors que se le quedaban pequeños. Y no hay que olvidar que la estrella de aquel equipo ya sabía lo que era ganarle a los Mavericks. Dwayne Wade era el estandarte del #HeatCulture desde que fue drafteado en 2003 y en 2006 colgó su primer banderín tras deshacerse de los tejanos. Solo un loco podía apostar contra un equipo así…
Si hay algo curioso que tiene la historia es que ha habido muchos “profetas” que han jugado a pronosticar el devenir del mundo. ¿Y es que acaso hay algo más valioso que conocer el futuro, saber qué ocurrirá mañana? Nostradamus sigue generando noticias hoy en día con sus pronósticos llegados desde el siglo XVI. Otros muchos construyen narrativas a cada suceso buscando unas mínimas similitudes ya ocurridas en el pasado, todo para autoconvencerse con que la historia tiende a repetirse. Nosotros nos esforzamos en creerlo, en querer creer, porque al final, ¿hay algo más bonito que revivir las grandes gestas del pasado en el presente? En aquellas finales en el sur de EE. UU. muchos vivirían su particular David contra Goliat.
Hoy, los Dallas Mavericks, capitaneados por una superestrella blanca europea, vuelven a plantarse en unas Finales de la NBA delante de un súper equipo perfectamente hecho para dominar. Anda, dime que no se te ha saltado una sonrisilla.
No voy a entrar en otros detalles que podrían jugar paralelismos entre ambos años, no pretendo vender el futuro, pero lo que sí podemos constatar es que estos Dallas Mavericks han vuelto a generar ese cosquilleo entre los fans, después de más de una década marcada por las decepciones, consiguiendo 13 años después llegar a unas NBA Finals.
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Luchar por un ideal
Texas es un lugar especial. Es fácil ligar este Estado del sur de los Estados Unidos con cuentos de tiempos de vaqueros y el gran vacío del desierto. Así es cómo podrían definirse los primeros 20 años de vida de una franquicia que miraba a su vecino, los Houston Rockets, soñar con un recién aterrizado Hakeem Olajuwon.
Pero la entrada en los 2000 supuso un verdadero reinicio para los Mavs. La llegada del nuevo siglo lo hacía también de la mano de un nuevo propietario. Mark Cuban, joven empresario que había amasado una gran fortuna después de vender su empresa a una gran multinacional de Internet, compraba casi la totalidad de las acciones de aquel equipo, que en ese momento apenas llegaba al 40% de victorias en toda su historia.
Cuban era un propietario poco común para los estándares de la liga con su personalidad desbordante, incluso a veces excesiva. Pero, por aquel entonces, las bases de ese vestuario se habían asentado unos pocos años antes. Cuando Cuban se hace con el equipo, un jovencísimo alemán ya se había instaurado como una de las promesas de la liga junto con un base canadiense que se convertiría también en uno de los mejores de la historia.
Dirk Nowitzki, drafteado y traspasado en 1998 por los Milwaukee Bucks a Dallas, y un joven Steve Nash, adquirido tras un traspaso de los Suns en el mismo año, serían la base de un equipo capitaneado por Michael Finley. Aquella plantilla fue dando pasos agigantados unidos al crecimiento del ala-pívot europeo. Desde la llegada de Cuban, los Mavericks no faltarían a su cita con los playoffs en toda una década, llegando a alcanzar las NBA Finals hasta en 2 ocasiones.
Mientras su propietario vaciaba sus bolsillos con multas por mal comportamiento fijadas por la NBA, Nash salió del equipo traspasado dirección Phoenix, donde ganó en dos ocasiones el MVP. Mientras, Nowitzki se cargaba el equipo a la espalda para llevarlo hacia sus primeras finales de la historia en el año 2006. Allí se enfrentarían a los Miami Heat de un joven Dwayne Wade y un veterano Shaq. Cayeron frente a ellos 4-2 con la sensación de que sería difícil tener una oportunidad similar.
Sin embargo, después de todo este tiempo, algo había cambiado en la manera de entender el baloncesto de aquella franquicia. Cuban y Nowitzki habían transformado aquel equipo perdido en el desierto con uno capaz de hacer soñar a los vaqueros.
El unicornio germano
Los años fueron pasando y Nowitzki certificó su estatus de super estrella con el MVP de la temporada 2007. Cuban siguió ocupando portadas con sus polémicas declaraciones, haciendo que hasta su estrella tuviera que ponerle en su sitio: “ Tiene que aprender cómo controlarse a sí mismo, así como controlar a los jugadores. Nosotros no podemos molestarnos todo el tiempo en la pista y fuera de ella. Creo que él debe aprender eso también”.
En los años posteriores, sus andaduras en la postemporada acabarían antes de tiempo, incluso protagonizando un evento histórico siendo eliminados tras conseguir el primer puesto del Oeste contra los Golden State Warriors del conocido “We believe”. Aquello fue un augurio de los años que pasarían navegando entre la mediocridad y las primeras rondas de la postemporada, que acabarían cuando en 2011 ocurrió el milagro.
Durante aquellas temporadas, Cuban había conseguido rodear a su gran gigante alemán de grandes jugadores como Shawn Marion, Cory Brewer, Jason Terry, Jason Kidd o el mítico J.J Barea. En la temporada 2011 cerrarían la regular season como 3º equipo del Oeste y ya el resto es historia. Durante esos playoffs eliminaron a Portland, Lakers y Thunder para plantarse 5 años después de nuevo en las finales, contra el mismo equipo que se impuso ante ellos en el 2006.
Era difícil tener ocasion de vivir aquello y Nowitzki lo sabía. Pocos en la historia tienen la suerte de contar con una segunda oportunidad, pero, cuando la tienes, hay que aprovecharla. La estrella de los Mavs brilló como nunca pasando por encima, con su icónico fade-away a una pierna, sobre los Heat y acabó llevándose el MVP de las Finales. Los Dallas Mavericks conseguían ganar el único anillo en su historia.
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Cambio de era
Aquel año 2011 quedará grabado en la retina de todos los fans de este deporte, siendo recordado como uno de esos eventos a los que volvemos con nostalgia para entender y explicar la grandeza del baloncesto, pero en esta vida no se puede vivir solo del pasado.
Tras la conquista del anillo, aquel equipo fue desinflándose hasta quedar fuera de playoffs por primera vez en 12 años en el 2013. La salida de varios jugadores clave de aquel vestuario ganador, sumado a retiradas como la de Jason Kidd, dejaban a Nowitzki como último gran bastión de la franquicia, que se enfrentaba a una nueva era de reconstrucción.
Dallas iba a peor año a año e, incluso, un ya veterano Dirk, que coqueteaba con la retirada, dio un toque de atención a Cuban recriminando el tanking para conseguir altos picks en el draft: "Se está enviando un mensaje erróneo para el futuro".
Pero, en esta vida, siempre se tiene suerte de vez en cuando, pero debes saber aprovecharla. Un año más tarde después de aquellas declaraciones de Dirk, los Dallas Mavericks llegaban al draft de la NBA con el pick nº5 y con un objetivo claro en mente: hacerse con los servicios de Luka Doncic. Tras ser seleccionado en la tercera posición por los Hawks, se realizaría uno de los traspasos que pueden haber cambiado el transcurso de la historia de la liga. Trae Young acabaría jugando en Atlanta y los Dallas Mavericks conseguirían a su nueva estrella europea.
La temporada 2018/2019 sería la última de un Nowitzki que traspasó todo su legado a aquel joven esloveno que venía de ganarlo todo en Europa. Doncic, ahora delante de sus primeras finales, se acuerda de su mentor: “Recuerdo mi primer año cuando vine aquí, era surreal estar en el mismo equipo que Dirk. Me ayudó mucho sobre todo venir a la NBA sin saber qué esperar, qué tipo de jugador iba a ser. Me hubiera encantado poder jugar más con él”.
Parecía que la historia estaba escrita, destinada. El gran maestro pasaba el testigo al joven padawan, aunque a Luka aún le quedaba mucho por demostrar. Cuban había cerrado el círculo.
Desde entonces, Luka ha disputado un total de 6 temporadas en la liga, en las que se ha ido asentando como una de las nuevas caras de la NBA. Su impacto en el equipo fue inmediato, ganando el Rookie del Año y, posteriormente, siendo elegido en el mejor quinteto de la temporada hasta en 5 ocasiones. Sin embargo, Cuban no consiguió generar un equipo del todo competitivo para que Luka pudiera luchar por grandes cosas y, tras movimientos fallidos como el de Kistaps Porzingis, todo cambiaría con la llegada de una apuesta en la temporada pasada: Kyrie Irving aterrizaba en Dallas.
No había dudas sobre la calidad del base norteamericano, pero sí sobre su implicación. Irving llegaba desde los Brooklyn Nets tras su fracasada aventura junto con Durant y Harden, marcada por unas declaraciones polémicas que supusieron su suspensión durante algunos meses. Además, sus antecedentes en Boston tampoco apoyaban su reciente currículum. Cuban traía en un movimiento desesperado a un jugador que sabía lo que era ganar, pero todo el mundo se preguntaría si sería compatible con un jugador como Luka o si acabaría provocando el cansancio de su preciada estrella.
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Dejar de lado al pasado
Los Dallas Mavericks de esta temporada han vivido una auténtica montaña rusa de emociones. Desde hace tiempo, los fans reclamaban que desde el front office dieran las herramientas para que el equipo dirigido por Jason Kidd pudiera competir por todo. Kyrie ya estaba aquí, pero querían más. Cuban y su equipo se rompieron la cabeza para conseguir traer desde Boston a Grant Williams, un movimiento con pleno sentido teniendo en cuenta la construcción de aquella plantilla. Querían músculo y entrega. Pero, a veces, los movimientos con más sentido son los que peor salen.
El equipo arrancó la temporada a trompicones, tambaleándose entre el play-in y los playoffs, pero siempre con un Luka capaz de hacer bailar a cualquiera. El rookie, Dereck Lively, rápidamente entendió lo que Kidd quería de él y se hizo con un buen puesto en la rotación dejando grandes destellos. Sin embargo, las sensaciones generales eran amargas y, si querían competir ya no por el anillo sino por no quedarse fuera de playoffs, hacía falta apretar una tuerca más.
En los últimos años, el final del mercado ha ido ganando cada vez más importancia entre los equipos aspirantes. Ese día todos los pronósticos para el anillo pueden caerse con el movimiento de una sola ficha. En el caso de Dallas fueron dos. Con un récord de 28 victorias y 23 derrotas a principios de febrero y con tan solo tres meses de Grant Williams en el vestuario, el jugador fue traspasado dirección Charlotte a cambio de PJ Washington y Daniel Gafford, que llegaba desde los Wizards. Tras las tensiones que se habían filtrado entre jugador y franquicia, todos opinaban que Dallas salía reforzado, pero pocos podían augurar hasta qué punto.
Tras ese nuevo día D para los Mavs, el equipo de Jason Kidd subió una marcha y consiguió cerrar la temporada con un récord positivo de 21-8 desde los traspasos. Una marca que no solo le acabó permitiendo jugar Playoffs, sino hacerlo sin tener que pasar por el play-in. PJ Washington y Gafford habían encajado a la perfección en un equipo que giraba en torno a Luka. Las sensaciones eran otras y el esloveno en modo MVP cerró la temporada coronándose como líder global en anotación. Con todo, llegaron los playoffs y los Mavericks se verían las caras contra los Ángeles Clippers de Kawhi, George y Harden en primera ronda, un enfrentamiento que se ha convertido ya en un clásico en las últimas temporadas.
Kyrie y un Luka tocado de la rodilla señalaron el camino, dejando momentos icónicos como el pique entre PJ Washington y Paul George o una canasta de mago entre tres defensores de Irving.
En segunda ronda aguardaban los jóvenes Thunder, que venían de clasificarse como el mejor equipo del Oeste. En ese momento se enfrentarían dos de los mejores jóvenes de la liga, Shai y Luka. Los Dallas Mavericks consiguieron llevarse la serie en 6 partidos con un Doncic que silenció todas las dudas que se generaron por su nivel de juego hasta el momento.
En Finales de Conferencia llegaban unos Minnesota Timberwolves eufóricos que venían de tumbar al vigente campeón en siete partidos con un Anthony Edwards desatado. Sin embargo, ni la mejor defensa de la liga ni el mejor defensor del año, Rudy Gobert, pudieron evitar salir en la foto después de que Luka metiera el triple del año. Dallas lo cerró en 5.
Hoy, los Mavericks vuelven a encontrarse en unas Finales de la NBA después del milagro del 2011. Luka llega a sus primeras finales después de su sexta temporada en la liga y lo hace como una estrella más que asentada en la mesa de los más grandes. Delante esperan unos Boston Celtics que vuelven a pisar una final después de la pérdida en el 2022 frente a los Warriors.
Aventurarse a pronosticar un resultado es un acto de valentía y los futurólogos tendrán que escoger que parte de la historia se repetirá: ¿Vivirá Luka su particular paralelismo perdiendo sus primeras finales como lo hizo Dirk en el 2006 o, por el contrario, colgará un nuevo banderín en lo alto del estadio, junto con la camiseta de su mentor, como él hizo en el 2011?
Sea lo que sea solo podemos tener una cosa clara: Doncic y sus Mavs dejarán de vivir en la nostalgia para empezar a escribir su propio futuro.
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