Escrito por Iván Ruiz

Cuando hablamos de números de camisetas de jugadores, sea del deporte que sea, es innegable que existe uno que hace ya años trascendió más allá de su mero carácter ordinal para convertirse en un símbolo, uno asociado de manera indisoluble a la grandeza y al dominio. Y es que, muy pocos son los que al ver una camiseta con un 23 estampado no piensan en Michael Jeffrey Jordan.

La elástica roja de los Bulls de Chicago se hizo mundialmente famosa gracias al, para muchos mejor jugador de la historia del baloncesto, y uno de los mejores atletas del deporte mundial. El número 23 se hizo globalmente famoso a la par que su portador, hasta convertirse en un número casi sagrado. Uno que durante mucho tiempo los jugadores dudaron en llevar, pues la sola acción de portarlo podía ser interpretada como una osadía en toda regla. Utilizar el 23 podía dar a entender que el portador se creyera capaz de estar a la altura de su legendario predecesor, aunque la intención no fuera esa. Llevar el 23 era sinónimo de estar sometido automáticamente a comparaciones con la leyenda de los Bulls, lo que suponía autogenerarse una constante y desproporcionada presión, tanto emocional como mediática. Por otro lado, estaba el respeto de jugadores e instituciones hacia el número, pues no fueron pocos los que opinaron que nadie debería volver a utilizarlo jamás, a modo de homenaje a la figura de Jordan. No en vano, los Miami Heat retiraron el número a pesar de que Jordan jamás jugase allí. A fin de cuentas, el número 23 ha estado ligado íntimamente a la concepción pretérita de la excelencia deportiva, de tal modo que siempre se identificará a su portador, sea quien sea, como alguien que aspira a alcanzar las más altas cotas de éxito posibles.

Pero durante toda su carrera deportiva, Michael Jordan lució hasta un total de 5 números diferentes, cada uno de ellos asociado a una etapa, una reflexión, un homenaje o simplemente una curiosa contingencia. Repasémoslos de manera cronológica.

 

N.º 23 

 Del respeto a la grandeza

Los inicios de la trayectoria baloncestística de Michael Jordan se remontan al “Emsley A. Laney High School” de Carolina del Norte, donde un pequeño Michael era excluido del primer equipo durante su segundo año (1978) porque lo consideraron algo pequeño y poco desarrollado físicamente para la práctica del baloncesto de cierto nivel. Lejos de hundirlo, aquella circunstancia prendió la llama primigenia del atroz instinto competitivo que a la postre caracterizaría su carrera. Haciendo gala de una tremenda ética de trabajo, totalmente impropia de un chico de su edad, luchó día y noche para intentar ser mejor jugador, de tal modo que en su tercer año y gracias a haber crecido unos centímetros más, regresó al primer equipo donde no tardó en dar muestras de su extraordinaria calidad.

Para su primera etapa como jugador, Michael se decantó por el famoso número 23, motivado por una bonita historia de admiración. Su hermano mayor, Larry Jordan, también jugaba a baloncesto en el instituto mientras lucía el número 45 en su camiseta. Michael tenía una admiración por Larry, tan profunda, que según decían se conformaba con llegar a ser la mitad de bueno que él. De ahí que cogiera la mitad del número de su hermano (22.5) y lo redondeara un poco más al alza hasta quedarse con el 23. Larry Jordan no creció mucho más de allá de 1.70 m y pronto comenzó a quedarse rezagado en la eterna competición por destacar que mantuvieron desde pequeños. No fueron pocos los que aseguraron que si Larry Jordan hubiera medido 1.90 m, Michael Jordan hubiera estado siempre a su sombra, aunque personalmente creo que es una afirmación algo arriesgada…

En cualquier caso, nacía la leyenda del número 23, gracias a un noble gesto de admiración.

 

 

N.º 5

Avisando al mundo

Tal era la repercusión mediática y deportiva de Michael Jordan en su etapa como jugador de los “Tar Heels” de Carolina del Norte, que fue seleccionado en 1983 como integrante de la selección de los Estados Unidos que disputó los IX juegos Panamericanos en Caracas (Venezuela). Con apenas 20 años, Michael Jordan fue una pieza importante en la consecución del Oro por parte de su selección gracias a sus 17.3 puntos por partido. Le acompañaban en la alineación, ilustres jugadores como Chris Mullin, Wyman Tisdale, Mark Price o su compañero de equipo Sam Perkins entre otros. Aquella ocasión constituía la primera gran demostración de fuerza de aquel joven portento que ya acumulaba una cantidad considerable de galardones individuales del más alto nivel.  Tanto para aquel torneo, como para el preolímpico del año siguiente (1984), Jordan luciría en su camiseta el número 5, pues las selecciones se acogieron a la numeración reglamentaria en FIBA que limitaba la numeración del 4 al 15, que se correspondía con el número máximo de jugadores (12) que se pueden alinear por equipo a lo largo de un partido.

 

 

N.º 12

 Medidas desesperadas

El 14 de febrero de 1990, los Chicago Bulls viajaron a Florida para enfrentarse a los Magic de Orlando en partido de temporada regular. Aunque nadie sabe muy bien como sucedió, el caso es que alguien entró en el vestuario de Chicago y robó la camiseta de Michael Jordan. Los Bulls, no tenían una camiseta de repuesto con el 23 por lo que buscaron desesperados, incluso entre los aficionados de Chicago presentes en el pabellón, una camiseta que le pudiera servir a Michael. El equipo de seguridad del recinto interrogó a los empleados del mismo con la esperanza de que la prenda apareciera, pero todo fue en vano. El robo de la camiseta representaba un gran problema puesto que Jordan era muy supersticioso con respecto a su ropa. Desesperados, los Bulls enfundaron a su estrella en la única camiseta disponible para emergencias, una con el número 12 que no llevaba impreso nombre alguno. A pesar de sentirse especialmente agraviado por no poder lucir su número habitual, Jordan firmó otra increíble actuación, anotando 49 puntos que no evitaron que los Magic se llevaran la victoria en la prórroga.

Una persona del entorno comentó tiempo después que la prenda fue robada durante la práctica de tiro previa al partido, y que fue encontrada días más tarde encima del falso techo del vestuario visitante. Nadie de los Bulls confirmó aquella información, con lo que la desaparición de la camiseta sigue siendo un turbio asunto sin esclarecer que pasó a la historia como una desagradable anécdota para Jordan.

 

 

N.º 9

 La leyenda F.I.B.A.

Las dos apariciones de Michael Jordan en el equipo olímpico de los Estados Unidos supusieron dos hitos históricos marcados por el tremendo impacto que ambas tuvieron en el deporte mundial, aunque cada una de ellas, claramente diferente en contexto y forma a la otra.

En la primera concurrencia de Jordan, ya con un novedoso número 9 en su uniforme, este acudía como joven promesa emergente de la NBA, a pesar de que aún no se había producido su debut en esta. Con apenas 21 años, Jordan destacó de manera sobresaliente entre un plantel de lujo conformado por futuras estrellas como Patrick Ewing, Chris Mullin o Alvin Robertson. El prometedor escolta procedente de Carolina del Norte seleccionado en la 3ª posición del Draft de aquel mismo año, no tuvo problemas para liderar en puntos a aquella selección de universitarios hasta conseguir la medalla de Oro en la final, precisamente frente a España. A pesar de que en aquella época no existía el nutrido y veloz flujo de información que disfrutamos ahora, el nombre de Michael Jordan comenzó a correr como la pólvora por medio mundo.

La segunda aparición tiene lugar en los JJOO de Barcelona, a los que Estados Unidos acudió con un equipo formado, por primera vez en la historia del torneo, por jugadores profesionales de la NBA, que tenían como misión principal vengar la “afrenta” sufrida por su selección en los juegos de Seúl 4 años atrás, cuando la entonces Unión Soviética (URSS) les privó de la lucha por la medalla de oro en semifinales. Por aquel entonces, Jordan ya contaba en su haber con un campeonato de la NBA y afrontaba los Juegos como líder indiscutible de un equipo en el que militaban Magic Johnson y Larry Bird, quienes habían cedido sus galones gustosos ante el nuevo rey del baloncesto mundial. Más allá de que el campeonato fuera un paseo militar para el mejor equipo jamás formado, la creciente globalización convirtió a Jordan y al “Dream Team” en embajadores mundiales de la NBA, creando millones de nuevos aficionados a lo largo y ancho del planeta.

La camiseta de EEUU con el número 9 se convertía de manera indiscutible en la más famosa de la historia de las competiciones FIBA.

 

 

 

 

 

 

N.º 45

 Volver a empezar

El 20 de junio de 1993, los Bulls de Chicago con su superestrella a la cabeza, conseguían ganar su tercer campeonato consecutivo después de vencer a los Phoenix Suns de Charles Barkley. Sin embargo, el 6 de octubre de ese mismo año, Michael Jordan anuncia su retirada del baloncesto ante la mayúscula sorpresa de todo el mundo. Nadie, absolutamente nadie, era capaz de comprender como podía retirarse estando en la cúspide de su carrera deportiva, una de las mejores de la historia del deporte colectivo. La inesperada decisión fue tomada en parte, por la trágica muerte de su padre, James Jordan Sr, que fue asesinado ese verano. Motivado por uno de los deseos incumplidos del mismo, Michael firma con los Chicago White Sox, equipo de la “Major League Baseball” para intentar hacer carrera como jugador. Durante dicha etapa, luce una camiseta con el número 45, aquél que supuestamente honraba a su hermano y que no pudo llevar en sus inicios. 

  Después de un testimonial e infructuoso periplo por el mundo del béisbol, El 18 de marzo de 1995 publicaba un fax que colapsó todas las redacciones, radios y canales de televisión de los Estados Unidos:   

“I’m back” (He vuelto)

Jordan regresó, pero esta vez no con su habitual 23 sino con el 45 que había lucido en su aventura como jugador de Béisbol. Una de las razones principales para no utilizar el clásico 23, era la circunstancia de que los Bulls de Chicago habían retirado su camiseta el 1 de noviembre del pasado año y eso suponía que ningún jugador debería poder utilizar aquel número jamás. La otra razón y, aparentemente la de mayor peso, se apoyaba en la narrativa de un nuevo comienzo como jugador. El 45 sería el símbolo del inicio de una nueva etapa, una nueva e ilusionante que pretendía disociarse de la anterior desde sus inicios. Una en la que también honraría a su padre, que de pequeño le veía a jugar al Béisbol con aquel mismo número. Sin embargo, el retorno de Jordan a las pistas no fue para nada un camino de rosas, y aunque pronto los resultados del equipo comenzaron a mejorar con su presencia, la presión mediática hacía su trabajo en forma de tóxica comparativa con su anterior versión de jugador. 

 Bajo una atmósfera de presión y dudas, consiguió llevar a los Bulls hasta las semifinales de la conferencia Oeste, donde se enfrentaron a los Orlando Magic de Shaquille O´Neal y Anfernee Hardaway.  Al finalizar el primer partido y haciendo clara alusión a errores que Jordan había cometido y que eran totalmente impropios de él, Nick Anderson, jugador de los Magic declaró: “El 45 no es el 23”

No hizo falta mediar más para que Jordan se lo tomara como algo personal y decidiera cambiar su número para volver al 23 que tantos éxitos le había dado. Los Bulls no consiguieron pasar de ronda, además de que el inesperado cambio les costó una multa de 25.000 dólares, pero aquello supuso el inicio de la segunda gran eclosión de la superestrella de los Bulls. A continuación, vendrían 3 campeonatos consecutivos, 2 MVP´s de liga regular, 3 MVP´s de las finales, 5 selecciones para el All Star, 2 MVP´s del All Star, 3 veces máximo anotador de la liga, 3 veces All NBA (1er equipo) y 3 veces All Defense (1er equipo) entre otras cosas…

Y es que, al fin y al cabo, quizá Anderson tuviera razón y el 45 no era el 23. De cualquier modo, su comentario nos ayudó a todos a poder disfrutar una segunda juventud del, probablemente mejor jugador de todos los tiempos.

Gratitud eterna por ello.