Por Pablo Alberola

Hay pocos momentos más icónicos en la historia del deporte que el que protagonizó aquel fax enviado hace hoy, 18 de marzo, 30 años. Medio folio en blanco de la agencia FAME firmado por Michael Jordan fue suficiente para provocar una histeria mundial.

WASHINGTON DC. (18 de marzo de 1995) — La siguiente declaración fue emitida hoy por Michael Jordan, a través de su abogado personal y gerente comercial David B. Falk, presidente de Falk Associates Management Enterprises, Inc. ("FAME") con sede en Washington, DC, en respuesta a las preguntas sobre sus futuros planes de carrera:

“Im back”.

Sin duda, el ser humano tiene una inherente capacidad para la épica.

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Esas dos palabras que anunciaban su regreso a las canchas le bastaron a Michael Jordan para cambiar el presente y futuro de la NBA para siempre, pero aquella decisión llegaba tras dos años en los que el escolta de los Bulls tuvo que lidiar con el peso de su apellido y una fama mundial jamás vista en el mundo del deporte hasta el momento.

Nadie podía imaginarse una NBA sin Jordan, nadie. Sobretodo, después de tres años en los que el jugador nacido en Carolina del Norte lideraría a su equipo hacia tres anillos consecutivos (91,92,93). Sin embargo, en octubre de ese último año, el mundo se levantó con la noticia de que el escolta de los Bulls se retiraba del baloncesto a tan solo unas semanas de iniciar la temporada 93/94.

El 6 de octubre de 1993, Michael Jordan, vestido de traje, se sentó en la sala de prensa del Berto Center con su por entonces esposa Juanita, el comisario David Stern, el propietario de los Bulls Jerry Reinsdorf, el director general Jerry Krause y el entrenador Phil Jackson, para anunciar su retirada. Así, el mejor jugador del momento abandonaba el baloncesto, aunque fuese algo momentáneo finalmente, dejando un vacío en el seno de una liga que perdía, no solo a su jugador estrella, sino a un icono mundial.

Más que una cuestión de motivación

Desmigajar la primera retirada de Jordan implica adentrarse en la historia de un jugador que vio como su nombre conseguía hacerse casi más grande que el propio baloncesto. Michael, en aquella época, se acercaba más a la idea de una estrella del rock que a la propia de un deportista.

El “23” había sido drafteado en el año 84 por los Bulls, pero no sería hasta principios de los 90 hasta que su dominio absoluto comenzaría. Pero, por aquel entonces, Jordan ya se había convertido en una de las caras de la liga, protagonizado grandes momentos con su rivalidad con Isiah Thomas, sus increíbles concursos de mates frente a Dominique Wilkins o, sobre todo, tras hacer historia después de convertirse en el primer deportista en poner su nombre a una zapatilla.

Ya entrada la década de los 90, los Chicago Bulls darían comienzo a un reinado que acabaría convirtiéndoles en una de las dinastías más legendarias del deporte, si no la que más.

En sus primeras finales, Jordan sería verdugo de unos Lakers que vivían los últimos coletazos de la era de Magic. En el 92, los Bulls cosecharían el segundo anillo de su historia fulminando a los TrailBlazers de Clyde Drexler. Por último, la franquicia de Illinois haría historia tras convertirse en el primer equipo desde los Celtics de los 60 en conseguir tres títulos consecutivos tras deshacerse de los Phoenix Suns de Charles Barkley.

En esas tres temporadas, Michael cosechó: 3 anillos, 3 MVPs de las Finales, 2 MVPs de la NBA, 3 apariciones en el primer equipo de la NBA y 3 apariciones también en el quinteto defensivo, un oro olímpico y se consagró como el líder de la liga en anotación en cada una de ellas. Casi nada.

La decisión de su retirada tras todos estos logros llegaba argumentada por él bajo una aparente pérdida de motivación por el deporte al que amaba. “He conseguido mucho en ese corto periodo de tiempo, si se quiere llamar corto. Pero siento que ya no tengo nada más que demostrar”.

Jordan nunca negó la relación de su retirada con la trágica muerte de su padre, aunque dejó caer que tal vez hubiera tomado la misma decisión si hubiera seguido con vida. A pesar de ello, no podemos dejar de lado un evento que marcó un antes y un después en la vida de la superestrella.  

 

Para Michael, sus figuras paternas han formado parte esencial de su desarrollo como persona y como jugador. Sus padres le habían acompañado desde sus inicios en el baloncesto hasta acabar decantando parte del acuerdo que transformaría la manera de entender el calzado deportivo con las Air Jordan. Su padre, James, era un pilar fundamental en el amor que procesaba Michael hacia este deporte y su pérdida le golpeó como nunca nada lo había hecho hasta el momento.

El 23 de julio de 1993, un mes después de que su hijo levantará el tercer anillo, James Jordan fue asesinado por un disparo mientras descansaba a un lado de una carretera en Carolina del Norte. Once días después su cuerpo fue encontrado en un pantano del mismo Estado. No fue un golpe premeditado, sino un robo armado improvisado que acabaría marcando la vida de una de las mayores leyendas de la historia.

Sea como fuese, Jordan había tomado una decisión drástica y la NBA se preparaba para una nueva etapa en la que muchos equipos olían la sangre después de tres años de absoluto dominio por parte de los Bulls.

Interludio

Durante dos temporadas, o más bien una y media, la NBA tuvo que ajustarse a un nuevo ecosistema sin la presencia de Jordan. Las franquicias vieron una oportunidad de abrirse camino hacia el anillo tras la espantada del rey de reyes y grandes equipos del momento como los Knicks, los Rockets, Pacers o Jazz, entre otros, vieron ese momento como la oportunidad perfecta para brillar.

A pesar de la pérdida de su estrella, los Bulls no querían bajar del que se había convertido en su estándar en esos últimos años: el campeonato. Scottie Pippen se quedó como la cabeza de aquel equipo, consiguiendo un gran récord de 55 victorias y 27 derrotas en la primera temporada post-jordan. El eterno número 2 de la franquicia vivió su momento para reivindicarse como líder, pero, a pesar de ello, no podría repetir la hazaña y caería eliminado en el séptimo partido de las semifinales de conferencia frente a los Knicks de Patrick Ewing.

Las temporadas 93/94 y 94/95 estarían dominadas por The Dream: Hakeem Olajuwon. El nigeriano vivió la retirada de Jordan como una tormenta perfecta para hacer historia por su cuenta y convertirse en la estrella de la liga, aunque fuese por un momento. El pívot de los Rockets cosechó dos anillos, dos MVPs de las Finales, un MVP y un DPOY durante el parón del 23.

 

Mientras tanto, alejado del ruido del baloncesto, Michael Jordan se adaptaba como podía a su retirada. Tras un par de meses alejado del foco, decidiría acercarse al mundo del beisbol en un gesto de amor hacia su padre, apasionado de esta disciplina. Jordan firmó un contrato menor (en categoría, no en sueldo) con los Birmingham Barons, un equipo de las ligas de desarrollo vinculado a los Chicago White Sox, cuyo dueño curiosamente también era el de los Bulls, Jerry Reinsdorf. Después de 127 partidos corriendo por el diamante, Jordan consideró que ya había tenido suficiente bate y se preparaba para golpear al mundo con su épica vuelta al baloncesto. 

El retorno del rey

Michael Jordan anunciaría el 18 de marzo de 1995 su vuelta a unos Chicago Bulls que atravesaban su particular crisis interna entre Pippen y el General manager. Tan solo un día después del anuncio, MJ ya estaría vistiendo el rojo de los Bulls para jugar en Indiana frente a Reggie Miller, aunque con una pequeña variación en su vestimenta que no duraría demasiado.  

Aquel partido en el Market Square Arena marcaría una corta etapa en su carrera baloncestística en la que no vestiría su icónico número 23. "No quería usar el 23 porque sabía que mi padre no estaba ahí para verme y sentía que era un nuevo comienzo. El 45 era mi número cuando jugaba en la secundaria".

 

Así, Jordan luciría el dorsal 45, que también vistió en su etapa como beisbolista, durante prácticamente todo lo que quedaba de aquella temporada. La parte final del curso 94/95 sirvió a Jordan para volver a coger el ritmo de competición necesario. Con su vuelta, los Bulls se impulsaron hasta el quinto puesto del Este, con 13 victorias de 17 posibles, tras coquetear con quedarse fuera de los playoffs durante la temporada antes del retorno del hijo pródigo.

Finalmente, el efecto Jordan no sería todavía lo suficientemente fuerte y Chicago caería eliminado en postemporada en semifinales de conferencia por los Orlando Magic de Shaq. Una eliminatoria que Jordan se tomó como algo personal después de que, tras perder el primer partido, Nick Anderson, jugador que le había robado el balón en una posesión clave, declarara:  "el 45 no es el mismo que el 23, no le podría haber hecho eso al 23".

A partir de ese momento, el resto es historia.

Michael Jordan volvería la temporada siguiente luciendo de nuevo el 23 por todas las canchas del país para demostrar al mundo que seguía siendo el mejor. Los Chicago Bulls vivirían un nuevo reinado consiguiendo otros tres títulos consecutivos frente a los Seattle Supersonics y dos veces contra los Jazz de Stockton y Malone.  

La vuelta de Jordan hace 30 años agrandaría su leyenda dejándonos muchos más grandes momentos e historias que quedarán grabados para siempre en la memoria de todos los fans. En su segunda etapa vivimos: la mejor temporada regular de la historia con un balance de 72-10, el estreno de la película Space Jam (1996), la victoria en el conocido como “flu game” en las Finales del 97 tras ingerir una pizza en mal estado o su game-winner en las Finales del 98 sobre los Jazz para ganar su sexto y último campeonato. Demasiados momentos icónicos que engrandecen una leyenda sobrehumana. Sin embargo, como elección personal y para cerrar este artículo, me gustaría quedarme con el momento que nos acercó al Jordan más humano.

Era 15 de junio. Sexto y último partido de las Finales de 1996. Las primeras desde su vuelta un año antes. Día del padre en EE.UU. Jordan cerraría la eliminatoria frente a los Sonics con 22 puntos, 9 rebotes y 7 asistencias para conseguir su cuarto anillo de su carrera, pero el primero que viviría sin su padre al lado.

Tras la euforia de aquel hito que le sirvió para demostrar al mundo que seguía siendo el mejor, Jordan, ante la mirada de todos, caería al suelo del vestuario llorando la pérdida de su padre. Lo había conseguido, había vuelto a hacerlo.

“I know he’s watching. To my wife and kids, to my mother, brother and sister…

This is for Daddy.”

 

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