La primera demostración exitosa del potencial de la televisión fue llevada a cabo por Philo Taylor Farnsworth en 1926, cuando usó un tubo de rayos catódicos para mostrar una simple línea en una pantalla. En 1939, las emisiones públicas de NBC colocaron la primera piedra en la conquista televisiva de los hogares estadounidenses, desplazando bruscamente a la radio como principal medio de comunicación y entretenimiento.

Años más tarde, The Buggles pondrían música a ese cambio de paradigma con Video Killed the Radio Star, una canción que no solo hizo historia como primer videoclip emitido por MTV, sino que también capturó la esencia de una revolución mediática que, décadas después, J.J. Redick reviviría a su manera.

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Antes de todo aquel maremoto que revolucionaría nuestra manera de consumir contenido, la radio era la reina de las casas. Aparatos gigantescos y ornamentados ocupaban el espacio central de las viviendas, mientras todas las familias se sentaban alrededor suyo para escuchar música o programas narrativos, elevando la voz humana a un plano casi místico. Sin embargo, la llegada de la imagen terminó por enterrar a muchas de aquellas estrellas de la voz, matando con ella parte de la magia de las ondas hertzianas.

Décadas después, la historia parece repetirse con otro giro inesperado. La radio, o mejor dicho su evolución en forma de podcast, ha experimentado un renacimiento. Lo que comenzó como una alternativa modesta se convirtió en un fenómeno global. Y es que, claro, ¿quién hoy en día no ha querido tener su propio podcast? O eso debió pensar Redick cuando decidió dar comienzo a su carrera como podcaster después de colgar las zapatillas a finales de la temporada 20/21.

Así nació The Old Man and the Three, y más tarde Mind The Game. Con sus 15 temporadas en la NBA, una interminable agenda de contactos y su particular carisma, J.J. se abrió un hueco entre las principales voces autorizadas en la cobertura y seguimiento de la NBA. Pero, como en todo buen arco narrativo, la historia de JJ tenía un giro más reservado. Cuatro años después de debutar delante de los micrófonos, el baloncesto le volvía a llamar desde el lugar más inesperado: el banquillo de Los Ángeles Lakers.

Liderar el cambio

El 21 de junio saltaba la noticia en todos los diarios del planeta. El banquillo de los Lakers ya tenía nuevo dueño y, como no podía ser de otra manera, la decisión fue tema de debate en todos los informativos, programas e, incluso, podcasts.

J.J. Redick dejaba su programa, en el que compartía espacio junto con LeBron, para ahora convertirse en su entrenador. Cosas de la vida y de la NBA.

Después de varias semanas repletas de rumores, movimientos y especulaciones, finalmente se hacía oficial. J.J. aterrizaba en unos Lakers tocados después de una temporada de altibajos bajo las órdenes de Darvin Ham. Y es que, pese a conquistar la primera edición del InSeason Tournament, el equipo llegaba después de tropezarse de nuevo con la misma piedra en playoffs: los Denver Nuggets. Tras caer en primera ronda, Rob Pelinka (General Manager) y Jeannie Buss (propietaria) tomaron la decisión de que su banquillo necesitaba un aire fresco.

Tras barajar varios pretendientes, alguno incluso llegando a rechazar la posición, el Front Office oficializaría un acuerdo que daría la vuelta al mundo. J.J. Redick se convertía en la cabeza pensante de una de las franquicias más importantes, si no la que más, con solamente unos partidos de experiencia como entrenador del equipo de su hijo de 9 años. Una apuesta algo controvertida incluso para los Lakers, no lo vamos a negar.

Pelinka, después de varias entrevistas con el exjugador, había encontrado a su nuevo entrenador y todos los periodistas afilaban sus cuchillos instantes previos de su presentación oficial.  “Me siento increíblemente honrado de unirme a Los Angeles Lakers, una de las franquicias deportivas más icónicas y exitosas del mundo”, dijo Redick en su presentación. A pesar de los grandes tópicos de este tipo de eventos, también dejó alguna que otra perlita en relación a las críticas de sus detractores: “No me importan una mierda”.

Redick ya se había ganado al público con su gran titular, demostrando que sabía cómo llamar la atención de los medios (al final los conoce mejor que nadie), pero ahora le tocaba ganarse el respeto de toda una liga desde el banquillo.

Asentar conceptos

La temporada 24/25 de los Lakers pasará a la historia por muchos motivos, sin embargo, hay un evento diferenciador que cambia no solo el valor de la propia temporada actual, sino el futuro de la franquicia. El traspaso de Luka Doncic forma ya parte de la historia de la NBA, pero, antes de adentrarnos en los Lakers del esloveno, no podemos olvidarnos del trabajo previo de Redick en la consolidación de estos renovados Lakers.  

Ahora queda ya un poco lejos, pero su debut como entrenador no pudo ser más prometedor: tres victorias consecutivas ante rivales de peso como Timberwolves, Suns y Kings, el mejor arranque para los angelinos desde la temporada 2010/2011. En cuestión de días, las dudas sobre su inexperiencia cedieron paso a un entusiasmo generalizado. Pero en Los Ángeles, eso es un arma de doble filo. Tal vez a Redick le faltaba experiencia en los banquillos, pero lo compensaba con un gran dominio del termómetro mediático que envuelve siempre a los Lakers.  

A medida que avanzaban las semanas, su equipo alternaba rachas positivas con tropiezos. Sin embargo, Redick se estaba encargando de empezar a dejar pinceladas de lo que quería dibujar. El equipo, que en octubre y noviembre fue de las peores defensas de la liga, se transformó en la mejor unidad defensiva del mes de febrero. Jugadores como Hachimura, Vincent o Vanderbilt habían recuperado su mejor versión formando parte del núcleo duro defensivo de estos Lakers. Sin embargo, no todos encajaron en su sistema. D’Angelo Russell, incapaz de adaptarse, fue traspasado a Brooklyn a cambio de Dorian Finney-Smith, quien aportaba algo más de solidez y tiro al juego interior. Por su parte, Austin Reaves emergió como la gran amenaza perimetral del equipo, haciendo un gran dúo junto con la gran estrella del equipo, Anthony Davis.

Cuando todo parecía indicar que los Lakers competirían con esa plantilla, todavía nos tenían preparados un giro más de guion en esta película. Anthony Davis y Max Christie salían rumbo a Dallas a cambio de Luka Doncic en un traspaso histórico e inesperado.

En ese momento, los Lakers llegaban al parón del All-Star con un sólido 31-19 antes del debut del esloveno. Redick había superado las turbulencias iniciales, dotando al equipo de una identidad clara y una idea de juego reconocible que iba más allá de sus estrellas, llegando a ganar partidos con LeBron y Davis lesionados. A pesar de los muchos cambios vividos en esta plantilla, parecía claro que Redick había dejado su huella, consiguiendo ganarse el respeto de su vestuario y de los fans.

Soñar a lo grande

La llegada de Luka a Lakers fue un terremoto inabarcable. La avalancha informativa sobre el estado de forma, el nivel, las condiciones y cualquier detalle que envolvía a la nueva cara de los Lakers era portada de todos los diarios especializados. Lo deportivo pasó a un segundo plano y se confirmó que fichar a un podcaster como entrenador no iba a ser la cosa más loca que iba a pasar en Los Ángeles esta temporada.

El sistema pre-Doncic de Redick estaba construido sobre la importancia de Anthony Davis como referencia generadora y anotadora. La ceja era el pilar sobre el que se construía el juego del equipo. Por eso, la llegada de Doncic no solo suponía un cambio mediático, sino un obligado reajuste táctico para un entrenador novel.

“Él conoce el baloncesto a un nivel altísimo. Usamos muchos de los conceptos que él usaba en Dallas, que muchos equipos usan. No hemos reinventado la rueda. Estábamos encaminados a jugar un baloncesto ofensivo muy inteligente, y cuando añades a Luka, que es un robot en la pista que ve todo, eso agrega otra capa más a nuestras posibilidades.”, decía Redick.

Sin duda, sumar a un jugador como Luka nunca puede ser motivo de queja para nadie (salvo para el front office de los Mavs), pero es inevitable pensar en el desafío que suponía en aquel momento reequilibrar un equipo con LeBron y Reaves entre sus filas, además de sumar el problema del socabón en la zona tras la salida de Davis y el no-fichaje de Mark Williams.

Luka llegaba tras varios meses de lesión y su aclimatación al equipo fue paulatina. Sin embargo, vimos como se empezaba a vislumbrar parte de la obra que tenía Redick entre sus manos. Cuando llega una fuerza de la naturaleza como Doncic no tienes más remedio que ajustar lo necesario y rendirte ante él. 

“Estamos abiertos a hacer cambios más grandes en la alineación titular ahora que tenemos a Luka. Él, por supuesto, será titular, pero evaluaremos a todo el grupo. A veces, cuando el grupo está tratando de aclimatarse entre sí, intentas jugar de la manera correcta demasiado. Creo que el flujo de todo va a llegar. Estoy emocionado, este es un nuevo problema que resolver y trabajaremos duro para solucionarlo.”

Más allá de la adaptación física y táctica, el entrenador tenía que salvar el shock emocional por el que pasaba el esloveno en esos primeros momentos y parte fundamental de su trabajo fue involucrar a todo el vestuario para arropar a su nueva estrella.

Uno de los momentos clave fue el pasado 9 de abril, cuando Luka volvió por primera vez a la que fue su casa. Con el acceso a los Playoffs en juego, el equipo se volcó en proteger y cuidar a un Luka que vivió una de las noches más complicadas de su carrera. Más allá de la victoria con los 45 puntos de Doncic, Redick consiguió dejar una de las imágenes más importantes de su equipo: un vestuario unido, liderado por LeBron, apoyando a su nueva estrella. Los Lakers tal vez no son su casa de toda la vida, pero sí quieren convertirse en su última.

Los Lakers acabaron cerrando la temporada con un récord de 50 victorias y 32 derrotas, un balance que les valía para ser terceros clasificados en la Conferencia Oeste.

Mandar un mensaje

Sin duda, a pesar de no estar entre los nominados a Entrenador del Año, muy pocos podrán negar que Redick acaba su primera temporada regular al frente de los Lakers con un sobresaliente. Las críticas sobre su inexperiencia quedan lejos, pero era difícil imaginar hasta qué punto J.J. podría hacerse con el control de un banquillo tan complicado como el angelino.

¡Descarga el wallpaper de Luka y LeBron!

Ahora, después de todo un viaje movidito, se enfrenta a su primera experiencia en los playoffs, poéticamente, ante el rival contra el que debutó: los Minnesota Timberwolves.

Los playoffs son harina de otro costal y la presión en cada partido se palpa en el ambiente. Redick debe traspasar lo trabajado durante el año a una eliminatoria directa contra un equipo que va a buscar atacar sus mayores debilidades: el juego interior y la dependencia de su big-three. Pase lo que pase, los Lakers han encontrado en Redick un líder que comprende a la perfección la cultura de la franquicia. Un símbolo de futuro.

Como la televisión eclipsó a la radio, para Redick el banquillo ha eclipsado al podcast. El orgulloso entrenador de los Lakers ha encontrado su lugar sentado en el banquillo, demostrando que, a veces, los giros más inesperados conducen a los destinos más brillantes.

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